Seguidores

jueves, 26 de julio de 2012

A modo de conclusión


“Queremos pensar en una evaluación que (…) conserva la conciencia de la  precariedad de los juicios evaluativos,
en la que el evaluador asume el modesto papel que está implicado en el acto de medir aspectos de la conducta humana,
en donde una persona evalúa a otra y hay evaluaciones mutuas en el curso de la interacción.
Esta evaluación, lejos de perder su papel pedagógico,
lo asume plenamente y se estructura como componente esencial de los actos de enseñanza y de aprendizaje.
Para ello, es necesario que el docente integre a su labor de enseñanza la tarea de evaluación (…)
Hay que analizar e interpretar las informaciones.
La promoción se resuelve siempre a partir de una decisión y ella lleva implícita un juicio de valor.
El régimen de promoción que se establezca debe dar a este acto la mayor explicitación posible,
de modo de garantizar la transparencia
y la justicia de la decisión”
Camilloni, Alicia (2003)

 

La Evaluación Histórica !


¿Còmo evaluar la fe?








Cómo evaluar en la catequesis.


Cómo evaluar en la catequesis.
Cómo evaluar en la catequesis.
Introducción

Un examen de conciencia...

• Es un momento para analizar de cara a Dios, y con mucha sinceridad, el desempeño de nuestra vida.

• Es un momento de oración para dar gracias a Dios por todos los beneficios que hemos recibido de Él y examinar cómo hemos vivido Su voluntad, analizando aspectos positivos y negativos, las actitudes internas y nuestra relación con Dios y con los hombres.

• Es el momento de pedir confiadamente ayuda al Espíritu Santo para que nuestro amor a Dios crezca y poder dar una mejor respuesta al Amor de Dios.

• Es el momento de hacer un propósito concreto para mejorar aquello en lo que hemos fallado, pidiendo al Espíritu Santo la fortaleza necesaria para lograrlo.

La labor de evaluación debe ser como un examen de conciencia

La evaluación no consiste solamente, como muchos piensan, en aplicar exámenes a los alumnos y llevar el registro de sus calificaciones.

El catequista no debe olvidar nunca, que la evaluación debe ser una actividad de reflexión de cara a Dios, un auténtico examen de conciencia sobre su labor de la enseñanza de la fe, que lo llevará paulatinamente, a un perfeccionamiento y un mayor profesionalismo en su trabajo.

Los resultados de las evaluaciones de los alumnos deben llevar al catequista a un análisis profundo sobre su labor como educador en la fe.

Ahora bien, la evaluación debe ser también un proceso sistemático y ordenado que brinde al catequista elementos objetivos para juzgar su desempeño, y que esto lo lleve a tomar decisiones para mejorar su labor como apóstol y educador en la fe.

Es aquí donde reside la riqueza de la evaluación, pues nos ayuda y brinda elementos para poder mejorar.

viernes, 6 de julio de 2012

EVALUACIONES ALTERNATIVAS

http://anyroson.blogspot.com.ar/2012/06/evaluaciones-alternativas.html

Enseñar, educar y formar: pasos para el proceso educativo.
Además de educar, hay que señalar, dirigir, guiar y moldear (aún cuando esto resulte doloroso)...
 
Enseñar, educar y formar: pasos para el proceso educativo.
Enseñar, educar y formar: pasos para el proceso educativo.

ENSEÑAR  CRISTO

A veces se usan indistintamente los términos de enseñar, educar, formar.Cuando los empleamos con propiedad, el lenguaje mismo refleja unas diferencias reales. Estas palabras señalan etapas complementarias y graduales en la pedagogía educativa, pero no idénticas.

Enseñar viene del latín insignare, señalar. Relacionado con instruir, ilustrar, amaestrar, iluminar, aleccionar, adoctrinar, indicar, dar señas de una cosa, mostrar o exponer algo, para que sea visto y apreciado.

Por su parte educar procede del latín educare, conducir, dirigir, encaminar, guiar, orientar. Emparentado con ducere, conducir y educere, extraer fuera. Es conducir y dirigir hacia un ideal, extraer unas perfecciones que están virtualmente en la naturaleza humana. Implica un ejercitarse y un perfeccionarse, desarrollar las facultades intelectuales y morales de una persona, como afinar los sentidos, educar el gusto, desarrollar los buenos usos de urbanidad y cortesía.

A su vez formar tiene su etimología en el latín formare, dar forma a una cosa, modelarla, configurar o conformar algo, hacer una cosa dándole una determinada figura. Es crear o constituir una cosa que no existía, es llegar a unas perfecciones que no se tenían. Cuando es una persona quien se pretende formar, implica un hacer y forjar habilidades o virtudes en dicha persona.

Son pasos de un mismo proceso educativo. Van juntos y señalan una gradualidad, pero no expresan el mismo nivel de profundidad, ni se dan juntos necesariamente. No siempre se llega a la perfección en el proceso educativo. Se puede enseñar o instruir sin educar ni formar. Una madre de familia o un maestro puede enseñar o señalar al niño la importancia de ser veraz, pero de hecho puede no saber conducirle o educarle a una vida de sinceridad, y menos lograr formar o modelar en él el hábito de la sinceridad.

No sería propio decir que el enseñar corresponde a una acción puramente intelectual, educar a la sensibilidad y formar a la voluntad y conciencia. En las tres etapas hay un ejercicio de las distintas facultades humanas. En el aprendizaje hay un ejercicio de la inteligencia y un esfuerzo volitivo. Y para ejercer un atractivo en la enseñanza es necesario despertar la sensibilidad. Lo mismo se aplica para la educación y la formación.

Tampoco sería preciso decir que el enseñar se refiere a los valores inferiores de la educación y la formación a los valores superiores, a la formación moral y religiosa. Más bien habría que señalar en estas tres etapas una gradación en el proceso de asimilación o perfeccionamiento. Se puede enseñar a una niña el arte de la danza. Se puede educar en ella ciertas habilidades para danzar; pero no siempre se logrará formarla, hacer de ella una bailarina. Esto requiere más tiempo, seguimiento, exige un marcaje personal de entrenamiento, una vigilancia y un esfuerzo muy superior.

También se pueden enseñar los contenidos más altos como la enseñanza de la fe, sin educar ni formar. Una mamá puede enseñar al niño a persignarse o hacerle ver que Jesús se hizo hombre por amor a nosotros. Puede educar al niño en la fe cuando le dirige oraciones a Jesús eucaristía en una iglesia, o cuando el niño le ve ponerse de rodillas o acercarse a la comunión. Son gestos educativos. Pero ella aspira a llegar más lejos, formar y lograr un hijo verdaderamente cristiano. Eso requiere una acción continuada, consejos oportunos, testimonio de vida, cuidar un ambiente adecuado, atención y una sana vigilancia, sobre todo en los primeros años.

Tanto en uno como en otro caso hay un proceso de enseñar, educar y formar. En el caso de la bailarina estamos en una dimensión más periférica de la persona, el desarrollo de determinadas habilidades físicas y de estética. En el caso de la integridad como persona estamos en la dimensión de su desarrollo humano y moral. En el caso de la formación cristiana estamos al nivel de un perfeccionamiento más alto en el ejercicio de virtudes sobrenaturales. Sin embargo, en los tres casos hay una enseñaza, una educación y una formación.

De aquí la necesaria jerarquía en las aspiraciones que tenemos, en lo que queremos enseñar, educar y formar. Podremos lograr o no que uno de los hijos llegue a ser futbolista, bailarina, ingeniero o comunicadora. Son perfecciones y aspiraciones posibles y buenas, pero no indispensables. Pero no podemos fallar en que nuestros hijos lleguen a ser personas íntegras, formadas en su sensibilidad, sentimientos y pasiones, en su conciencia y voluntad; más todavía, nuestra aspiración y esfuerzo se dirige a hacer de ellos auténticos cristianos.

Entonces la diferencia entre enseñar, educar, formar no se refiere propiamente al contenido que se transmite. Se puede enseñar, educar y formar a una persona como deportista o en su integridad moral como persona, o bien en su convicción religiosa. Ciertamente hay una jerarquía en el valor propio de esas distintas dimensiones de una persona. Puede darse y se da el caso de un excelente deportista sin calidad humana, o también una maravillosa artista con una gran integridad humana, aunque esto se ve menos todavía. Todos admiramos al excelente deportista, pero nos encariñamos sólo cuando descubrimos además su integridad como persona, su calidad humana. En esta integridad vemos educación y formación humana que la califican antes como persona que como deportista. Es más completa como persona porque su formación abarca valores y virtudes superiores del espíritu humano.

En este proceso educativo podemos hablar también algo sobre quién es el protagonista en la adquisición de esta habilidad, perfeccionamiento o hábito moral. Hay una lección del maestro o instructor y un aprendizaje de la persona instruida. Viene una intervención del educador y un desarrollo del educando. Se da una acción del formador y un perfeccionamiento en el formando. Los dos contribuyen. En la infancia es mayor el papel del formador; en la adolescencia se hace necesaria una progresiva educación de la libertad; en la juventud será mayor el espacio para la propia convicción; en la edad adulta casi todo depende de la propia responsabilidad. El resultado será magnífico si se ha sabido educar a tiempo esa libertad. El formando debe lograr el resultado final con su propio esfuerzo, pero le ayudará mucho el haber tenido buenos formadores en sus padres, maestros y educadores. Es un hecho que los grandes formadores hacen escuela. No todos los hombres pasados por sus manos se dejarán modelar, pero siempre lograrán mejores y mayores resultados.

Por tanto, no se trata de tres personas distintas que inciden en el proceso formativo sucesivamente. Uno mismo debería ser maestro, educador y formador. En realidad un buen maestro es buen educador y formador. No sólo transmite unos conocimientos o valores, sino que conduce al alumno a la adquisición de esos conocimientos o de esa virtud y hasta logra despertar una satisfacción en el alumno en ese perfeccionamiento. Podríamos decir que un buen maestro es también formador en su sentido pleno, cuando logra modelar a un alumno en determinadas habilidades y perfecciones de su campo y como persona humana.

Hablar de excelencia en la formación nos obliga a mirar el modelo bajo el cual se forma a una persona. Sería pobre formación si el modelo fuera sólo un aspecto periférico o particular de la persona. Sería indigno del hombre si el modelo fuera ajeno y no estuviera inscrito en la perfección de la naturaleza humana. El culmen de la formación tiene como aspiración lograr un humanismo integral o, en otras palabras, formar un verdadero cristiano. Un buen formador es quien puede decir con San Pablo: «¡Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros!» (Gal 4, 19).

Modelo de todo formador es Cristo. Jesucristo no sólo enseña y educa a los Doce, sino que forma y hace apóstoles: «Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres» (Mt 4,19). No lo logró con todos, Judas no se dejó. Se requiere la colaboración del discípulo. Pero logró que los otros once fueran convencidos apóstoles, santos y mártires.

martes, 26 de junio de 2012


¿Qué significa evaluar?
 “Dar una nota es evaluar, hacer una prueba es evaluar, el registro de las notas se denomina evaluación. Al mismo tiempo varios significados son atribuidos al término: análisis de desempeño, valoración de resultados, medida de capacidad, apreciación del “todo” del alumno” (Hoffman, 1999)
En el lenguaje cotidiano, el concepto de evaluación es polisémico porque éste se impone o no en la práctica según las necesidades mismas de la evaluación y en función de las diferentes formas de concebirla. En efecto, puede significar tanto estimar y calcular como valorar o apreciar. Quizá en este sentido, conviene no olvidar tampoco desde la dimensión pedagógica las implicancias polivalentes del término: la evaluación hace referencia a un proceso por medio del cual alguna o varias características de un alumno, de un grupo de estudiantes o un ambiente educativo, objetivos, materiales, profesores, programas, etc, reciben la atención de quien evalúa, se analizan y se valoran sus características y condiciones en función de parámetros de referencia para emitir un juicio que sea relevante para la educación.
Así pues, la evaluación, en términos generales, supone una instancia de valoración. En los términos particulares de la evaluación educativa es posible distinguir varios objetos de evaluación cuyas relaciones implícitas son evidentes. Entre otros, es posible valorar: el sistema educativo, las instituciones, el profesorado, los materiales de la enseñanza, los proyectos educativos y los aprendizajes.
En el caso particular de la evaluación de los aprendizajes de los alumnos, evaluar supone conocer qué y para qué evaluar, para lo cual es requisito esencial recoger información, formular un juicio de valor y tomar decisiones con vista al futuro.
Pero desde una perspectiva cualitativa, por el contrario, la evaluación se centra en reconocer lo que esta sucediendo y comprender qué significado esta tiene para las diferentes personas, en este caso no solo se evalúa el producto sino también el proceso.
Para un tercer paradigma, el crítico, la evaluación no solo se centra en recoger información sino que también implica diálogo y autorreflexión.
Otra dimensión de análisis respecto a las evaluaciones es considerar que éstas pueden ser sumativas o formativas. Mientras que las primeras se centran en el producto final, las segundas se orientan más hacia los procesos.
Funciones de la evaluación ¿Para qué evaluar?
Desde el punto de vista social, es posible identificar diversas funciones como:
a.La selección social: históricamente, y aún en la actualidad, la evaluación ha cumplido la función de dirigir mecanismos de selección y control social. Tal como señala Foucault: “El examen combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las de la sanción que normaliza. Es una mirada normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar. Establece sobre los individuos una visibilidad a través de la cual se los diferencia y se los sanciona.” (Foucault, 1993). Y en este sentido, “Es el examen, (según Diaz Barriga) el instrumento que permite invertir los problemas sociales en pedagógicos” (Litwin, 2003)
b.Medir la calidad del sistema educativo, control del sistema : La tendencia actual entiende a la evaluación como una actividad política y administrativa, y es una parcela de las políticas sociales y de administración pública en tanto el conjunto mismo de las políticas y los servicios públicos se han vuelto objeto de evaluación.
c. Promoción, acreditación y certificación: estas funciones, aún cuando pueden ser analizadas desde un punto de vista pedagógico, poseen también claras dimensiones sociales en tanto suponen, entre otros aspectos, la legitimación de competencias profesionales frente al resto de la sociedad.
Instrumentos de evaluación ¿Cómo evaluar?
La evaluación, como hemos mencionado, puede ser utilizada como un instrumento de control social que fija parámetros y legitima niveles de acreditación. Sin embargo, una mirada reflexiva sobre las prácticas pedagogicas, implica concebirlos como herramientas que permiten identificar el modo en que el alumno construye su conocimiento. Esto implica:
Comprender el significado de las respuestas elaboradas por el alumno.
Considerar el tipo de información relevada por el docente en relación al proceso de aprendizaje y al proceso de producción.
¿Qué tipo de requisitos deben tenerse en cuenta al tomar decisiones respecto a la evaluación?
Los instrumentos de evaluación, no pueden plantearse al margen de los criterios de validez, confiabilidad, practicidad y utilidad que mencionaremos a continuación:
  • Validez: se refiere al grado de precisión con que se mide lo que se desea medir. En este sentido es absolutamente relevante la muestra sobre la cual se ejecuta la medición. Porque no se trata de determinar si el instrumento es o no válido. La validez se refiere siempre a los resultados, para lo cual deben considerarse el uso que se hará de éstos. “Cuando se requiere determinar si un instrumento es válido se requiere, entonces, información acerca de los criterios que han presidido su construcción y administración. Los criterios son entonces, externos a la evaluación misma” (Camilioni, 2003)
  • Confiabilidad: se refiere al grado de exactitud con que se mide un determinado rasgo. La confiabilidad debe ser estable y objetiva, independientemente de quien utiliza un programa o un instrumento de evaluación. “Un instrumento confiable permite aislar los aspectos que mide de otros que para el caso se consideran irrelevantes” (Camilioni: 2003)
  • Practicidad: se refiere a la viabilidad de la construcción, administración y análisis de resultados.
  • Utilidad: refiere a la medida en que una evaluación resulta últil para la orientación tanto de los alumnos como de los docentes, la escuela o a los sectores interesados en la calidad de la educación.
Bibliografía
CAMILLONI, A. Y OTRAS (1998), ”La calidad de los programas de evaluación y de los instrumentos que los integran”, en: La evaluación de los aprendizajes en el debate didáctico contemporáneo, Buenos Aires, Paidós
CELMAN, S. (1998), “Es posible mejorar la evaluación y transformarla en herramienta de conocimiento?”, en: CAMILLONI Y OTRAS, La evaluación de los aprendizajes en el debate didáctico contemporáneo, Paidós, Buenos Aires, pp. 35 a 66.
Foucault, M. (1993), “El examen”, en: Díaz Barriga, A. (comp.), El examen, textos para su historia y debate, UNAM, México, pp. 62-71.
HOFFMAN, J. (1999), “Cap. 1: “Evaluación y construcción del conocimiento”, en: La evaluación: mito y desafío: una perspectiva constructivista, Mediaçäo, Porto Alegre

viernes, 22 de junio de 2012

¿Y los Criterios de Evaluación ?


"A veces, cuando en tenis o en jockey me preguntan a qué escuela voy, y yo les cuento que a ninguna, porque estudio en casa, lo ven como medio raro, pero entienden. Y enseguida todos me dicen: «¡Qué bueno!»", cuenta Corina Kerr, que sólo fue a una escuela con aulas, maestras, directora, patio y demás durante el jardín de infantes y el primer grado. Preparada por su madre en su propia casa, rindió libre segundo, tercer y cuarto grados de la primaria. Ahora, a los diez años, está estudiando los contenidos de quinto, según un régimen de educación a distancia.
Corina y sus hermanos -Santiago de 8; Sofía, de 5, y Timoteo, de 3- se levantan "relajados" y, a las 9, se instalan en el living de su casa, en Pilar, con los libros y cuadernos de la materia que les corresponda y bajo la mirada y guía de su madre, Silvina Kerr. Una escena similar se vive a diario en la casa de la familia De Peu, en Belgrano, donde Stacy conduce el estudio de sus hijos Charlie, de 10 años; William, de 9, y Nathaniel, de 7, según la currícula de quinto, cuarto y segundo grados que rendirán como alumnos libres a fin de año en una escuela pública.
Los Kerr y De Peu adoptaron la modalidad de la educación en casa o homeschool, que ha crecido en los últimos años sobre todo en los Estados Unidos, único país del que se conocen cifras de este fenómeno (ver aparte). En la Argentina, este fenómeno aún no es registrado por las autoridades educativas, que no lo prohíben, pero tampoco lo promueven.
"Yo no estoy en contra de la escuela; es el momento que estamos viviendo", explica Mara Vanthienen de Fraile, de San Isidro, que tiene cuatro de sus doce hijos cursando primario y secundario fuera de la escuela tradicional, con un sistema de educación a distancia. En los 25 años de escolarización de los ocho hijos mayores, Mara advirtió una creciente decadencia educativa y notó que cada vez más sus chicos volvían a casa "angustiados, sin hacer lo que les gustaba". Con su esposo, Guillermo, dijeron basta. "Ninguno de los chicos había tenido problemas de comportamiento ni de aprendizaje, pero con la octava hicimos un quiebre", recuerda Mara, y enumera a los que están cursando a distancia: Felipe, de 17, que termina este año el secundario que cursó prácticamente por entero en su casa y que se está preparando en física y matemáticas para estudiar arquitectura en la UBA; Andrés, de 15, en tercer año del secundario; Tomás, de 13, en séptimo grado, y Candelaria, de 12, en sexto.
"Por mi inquietud de encontrar el ideal de escuela, han ido cambiando de institución y nos ha tocado de todo. Fueron a colegios donde la pedagogía estaba muy instalada, pero fallaba lo social, ya que eran los primeros alumnos de un colegio que se abrió nuevo? Vimos que se promete educación personalizada, pero a los dos años te das cuenta de que se convierte más en una empresa que en una escuela. Por eso buscamos colegios para que estudien a distancia y encontramos más de lo que creíamos que había y los anotamos en el colegio De la Victoria, de San José de Metán, Salta", relata la madre, frente a los cuadernillos recién impresos y anillados con el material teórico y práctico enviado desde Salta para el segundo trimestre, que comenzó esta semana.
 
Silvina Kerr y su marido les enseñan a sus hijos en el living familiar. 
Borges ironizaba sobre la buena educación que había recibido... hasta que debió comenzar la escuela. Pero más allá de los cuestionamientos a la educación formal, el homeschooling genera discusiones entre los teóricos de la educación. Se cuestionan si la obligatoriedad implica presencia y si la socialización se logra meramente por estar en grupos de pares.
"La ventaja de estudiar de esta forma es que tengo tiempo libre para hacer lo que me gusta, como tocar el piano. Hace poco también pinté una parte de la casa, cosa que no haría si tuviera que ir a la escuela. Estar ocho horas encerrado en un colegio es muchísimo", dice Felipe Fraile, a quien no le faltan amigos de sus actividades "extracurriculares".
En el país, para cumplir con la obligatoriedad de la enseñanza los padres pueden elegir entre establecimientos gestionados por el Estado o por privados, cuya estructura es la misma. En este contexto, Constanza Mazzina, investigadora de Eseade y coordinadora del área educativa de la fundación Libertad y Progreso, considera que la educación en la casa es una opción interesante "en un marco que desmonopolice y desregule la oferta escolar y permita la verdadera competencia entre sistemas educativos".

LAGUNA LEGAL

¿Es legal? "La ley federal de educación deja un espacio a este respecto, probablemente por no diferenciar entre instrucción obligatoria y escolaridad obligatoria. En este sentido, aparecen lagunas, contradicciones entre diversos artículos y, en definitiva, no queda el tema definido", afirma Mazzina.
"Por lo que hemos investigado, esto no está prohibido a nivel legislativo, pero tampoco está regulado. Es un tema medio gris", admite Silvina Kerr, que dedica sólo dos mañanas a trabajar como médica para priorizar la formación de sus hijos, que este año siguen los programas de educación a distancia del Ejército.
Ana Caraballo, psicopedagoga de la consultora Caraballo & Segat, que implementa el programa decoaching estudiantil desde hace ocho años, afirma: "La escuela en casa impide la posibilidad de compartir con pares diferentes momentos y actividades, competir y, entre otras cosas, aprender a convivir con las diferencias". A su oficina han llegado consultas de padres para aplicar este sistema "sólo en casos de fuerza mayor, como los que vienen desde el extranjero, y tienen un tiempo de desfase entre el sistema del que vienen y el nuestro".
En ámbitos gubernamentales no tienen registrado aún este fenómeno.
"Ultimamente se han acercado algunos padres, en general, con domicilio en la provincia de Buenos Aires que adhieren al sistema homeschool , que se usa mucho en las comunidades Amish, pero no tenemos demasiados datos", dijo la viceministra de educación porteña, Ana Ravaglia.
Las autoridades educativas de la ciudad, según esa funcionaria, no consideran apropiadas esas modalidades para el nivel primario, "salvo excepcionalmente, porque no hay construcción social de los aprendizajes tal cual prescribe el diseño curricular a través de la resolución de problemas". Ravaglia agrega: "Asistir a la escuela es algo más que una rutina; es asistir a un ámbito de socialización y de construcción colectiva de conocimientos". No obstante, dice la funcionaria, "lo importante es que el niño tenga su certificado que acredita la aprobación de un nivel obligatorio por ley y que nosotros como Ministerio de Educación podamos atender la necesidad puntual enmarcando el caso dentro de una normativa que, si no existe, se deberá pensar con vistas a implementar".
La búsqueda de la certificación de los contenidos aprendidos puede llevar a la incertidumbre de no saber "si se ha aprendido o si solamente hemos fiscalizado pasos formales", considera Mazzina.